¿Y si compras de otra forma?

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Estoy convencida de que nadie está a favor del trabajo infantil, la pobreza extrema, la explotación laboral, la desigualdad de género o la destrucción del medio ambiente. Sin embargo, el comercio justo no acaba de extenderse entre la sociedad en general. En los últimos años se han logrado muchos avances, pero aún hace falta ese empuje que lo posicione como una opción de consumo real y competitiva.

Este 13 de mayo se vuelve a celebrar el Día del Comercio Justo, momento en el que las ONGD saldrán a la calle a exponer sus productos y en el que muchas personas se animarán a participar, aunque gran parte sólo lo hará de forma anecdótica sin entender del todo qué hay detrás de ese paquete de café que huele tan bien.

Es momento de reflexionar, ¿qué es esto del comercio justo? ¿Productos bio?, ¿que respetan el medio ambiente?, ¿que tiene un precio ajustado?… No exactamente. Es un movimiento internacional dentro de la economía solidaria que lucha por una mayor justicia global en el ámbito social, humano, medioambiental y económico. Para ello, se ha desarrollado un modelo comercial que protege los derechos humanos y el medio ambiente. En todas las organizaciones que participan en este sistema, desde pequeños productores, hasta cooperativas y empresas de carácter social, se garantizan una serie de derechos, como un salario digno, la protección de la infancia, la integración igualitaria de la mujer, el cuidado del medioambiente, la transparencia y la participación política.

Además, os voy a contar un secreto: el chocolate sabe mucho mejor. Y entonces… ¿por qué no consumimos este tipo de productos? Hay muchos mitos en torno al comercio justo. El primero de ellos y, probablemente, el mayor escollo a este modelo es el precio. Se cree que el comercio justo es más caro y, si solo se tienen en cuenta las cifras, lo es. Todo el mundo entiende que una cena en restaurante con estrella Michelín cuesta más que una hamburguesa de comida rápida. Lo mismo sucede en el comercio justo. El té, el café, el chocolate, los fulares, los collares, las galletas y los pijamas tienen un plus de calidad que se puede apreciar a simple vista. Pero, además, si se presta un poco de atención a sus entrañas lo que realmente incrementa su valor son todos los componentes de carácter social y medioambiental que aportan. Por otro lado, no hay que olvidarse del principio básico de la economía de escala que establece que el incremento de la producción influye en una reducción de los costes por unidad producida, ya que los costes fijos se distribuyen en el total de unidades. Lo cual significa que cuanto más aumente el consumo de productos de comercio justo, el precio va a bajar.

A muchas personas también les puede preocupar que el comercio justo sea menos ecológico ya que proviene de países con un compromiso de respeto al medio ambiente menor, como lo son muchos estados de Asia, América del Sur o África. También que la huella ecológica aumenta por el transporte, ya que habitualmente requiere un largo camino de sur a norte. Pero nada más lejos de la realidad, puesto que uno de los principios básicos de este sistema es el respeto al medio ambiente. Y, aunque sí que es cierto que el transporte supone un problema ecológico añadido, hay que tener en cuenta que habitualmente se utilizan los barcos, mucho menos contaminantes que los aviones. Tampoco nos podemos olvidar de que las condiciones climáticas de estos países son las ideales para los cultivos que se comercializan bajo el sello de comercio justo por lo que se necesitan menos fertilizantes. Asimismo, las empresas productoras están comprometidas con la minimización de los residuos y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

El tercer mito que aparece en numerosas ocasiones es la dificultad de encontrar estos productos. Sin embargo, cada vez están más cerca de nosotros puesto que en los últimos años las asociaciones de comercio justo han apostado por una mejora en la distribución. De esta forma, ya no es necesario acudir a tiendas especializadas, los productos de comercio justo más demandados como el café, el chocolate, el té o el azúcar, ya se pueden encontrar en las estanterías de casi todos los supermercados y sólo hace falta fijarse en el sello que certifica su origen.

Así que ya no hay excusas. Si estás de acuerdo con los valores del comercio justo, apuestas por una economía solidaria, por avanzar sin dejar a nadie atrás, cambia tu forma de consumo y vuélvete más consciente y coherente. Es más fácil de lo que crees. Tan solo tienes que hacer una lista de la compra y ver qué puedes sustituir: azúcar, té, café, chocolate, mermelada, zumos, galletas… Prueba, igual descubres que el comercio justo es una alternativa real.

#EsHoraDeCooperar #ElkarlanerakoOrdu

 

Ángel Gainza (Alboan), Ana Belloso (Oxfam Intermon), Sandra Larrainzar (Fundación Adsis-Equimercado), Sandra Elhur (Pueblos Hermanos), Banesa Cisneros (SETEM Navarra-Nafarroa). Coordinadora de ONGD de Navarra

Banesa Cisneros

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