El futuro es indígena

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Algunos estudios muestran que el 60% de nuestras actitudes hacia los pueblos indígenas provienen de la educación básica y alrededor del 33% provienen de representaciones creadas por la cultura popular. Si echamos un breve vistazo a las películas más taquilleras de Hollywood como «Jungle Cruise» (2021), o «Indiana Jones y el Templo Maldito» (1984) podemos ver fácilmente los mismos estereotipos sobre los pueblos indígenas afirmados, reafirmados y perpetuados; en el peor de los casos, vemos a personas indígenas como agresivos portadores de lanzas, primitivos, incivilizados, simplistas, caníbales y constantemente enfrentados entre sí. En el mejor de los casos, se nos presentan imágenes simplificadas del «noble salvaje» que vive en armonía con la madre naturaleza pero que en última instancia sigue necesitando un «salvador blanco» para resolver sus problemas (se pueden ver como ilustración las premiadas “Avatar” (2009) y “Bailando Con Lobos” (1990). Por lo general, incluso las representaciones menos problemáticas de pueblos indígenas en la cultura popular, de sus cosmovisiones y de sus ricas y diversas tradiciones no son tratadas con el respeto o los matices que se merecen.  Culturas con entidad propia son a menudo reducidas a meras historias, cuentos, o curiosidades folclóricas.

A pesar de que en las escuelas se ha mejorado el tratamiento del pasado y del presente de las poblaciones indígenas, lo cierto es que hay mucho camino que recorrer aún. Hay que aumentar las informaciones sobre esta historia, que globalizó el mundo pero que sometió y violentó a millones de personas, y que generó riqueza a base de extraer recursos y bienes de manera sistemática y a menudo brutal. Habría también que analizar y divulgar cómo después del colonialismo, las propias élites que se emanciparon de las metrópolis continuaron con el exterminio y el maltrato. Y además de hacer memoria, habrá que construir una alternativa para que los pueblos indígenas recuperen sus tierras ancestrales y tengan un lugar en el mundo. La urgencia medioambiental en la que nos encontramos puede ser una oportunidad para que las poblaciones indígenas puedan por fin ejercer sus derechos mientras nos “alfabetizan” en bienes naturales y saberes colectivos.

La verdadera historia del colonialismo es una brutal subyugación donde las potencias coloniales justificaron sus barbaridades afirmando que tenían la obligación legal y religiosa de apoderarse de la tierra y la cultura de los pueblos originarios. Las naciones conquistadoras se atribuyeron el papel de civilizadoras de las naciones «bárbaras» o «salvajes» y argumentaron que actuaban en interés de aquellos cuyas tierras y pueblos explotaban. Es importante que se conozca el pasado de los pueblos originarios para entender la situación actual de la mayoría de las personas indígenas, muchas de los cuales siguen luchando por sobrevivir en un mundo construido a su alrededor, pero que no los toma en cuenta.

Muchos de los Pueblos Indígenas comparten vínculos ancestrales y colectivos con los bienes naturales (no «recursos» naturales) que se encuentran en sus tierras. Estos bienes están inextricablemente vinculados a sus identidades, culturas y medios de vida, así como a su bienestar físico y espiritual. Aunque los pueblos indígenas poseen, ocupan o utilizan una cuarta parte de la superficie mundial, salvaguardan el 80% de la biodiversidad que queda en el mundo. Muchos pueblos indígenas están profundamente conectados con la naturaleza; en muchas culturas los dos son iguales e interdependientes, incluso se consideran como iguales y la madre naturaleza debe ser guardada y protegida para respetar a los ancestros y asegurar el futuro.

Esta relación especial con la naturaleza, la vida en comunidad y el enfoque en la conservación, en contraposición a la explotación, convive de forma muy incómoda con el modelo económico predominante basado en el crecimiento económico constante y la producción incesante de productos de consumo desechables que requieren la explotación de los bienes naturales, colocándonos como vamos viendo al borde de nuestra propia extinción.

No es de extrañar que muchos de los pueblos indígenas se opongan firmemente al desarrollo impuesto desde fuera de sus comunidades. Defienden sus tierras contra las invasiones ilegales y explotación destructiva, desde las megapresas en sus ríos hasta la tala y la minería en sus bosques. Eso puede convertirlos en los guardianes ideales de los ecosistemas que son fundamentales para los esfuerzos por limitar el cambio climático y adaptarse a sus efectos. Pero también las convierte en enemigos a batir. Las comunidades que se oponen a poderosos intereses económicos y políticos siguen sufriendo una intensa represión en muchas partes del mundo.

A pesar del poder de las potencias colonizadoras y de sus descendientes, quienes se apropiaron de tierras que ya eran propiedad de los pueblos indígenas y estaban pobladas por ellos, la resistencia es parte integrante de la historia del colonialismo. Según Global Witness, en 2020 murieron 200 personas en 21 países por defender sus tierras, bosques y ríos contra industrias extractivas, muchas de ellas pertenecientes a comunidades indígenas. Entre las víctimas se encuentra Berta Cáceres, activista contra la construcción de presas en las tierras ancestrales de su pueblo nativo, los lencas, en Honduras, que fue asesinada en marzo de 2016. En diciembre del mismo año, Cáceres fue reconocida a título póstumo con el máximo galardón medioambiental de la ONU.

El 9 de agosto es el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Aunque esta población constituye el 6% de la población mundial, representan alrededor del 19% de los extremadamente pobres. Esto se debe a la histórica exclusión y represión sistemática contra ellos. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible define el programa de desarrollo mundial para los próximos 15 años. Para los pueblos indígenas, se considera una mejora en comparación con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, donde los pueblos indígenas eran en gran medida invisibles. La Agenda 2030 tiene el potencial de ser transformadora para estas personas, si su implementación respeta estos principios. A través de la cooperación internacional, todos y todas podemos formar parte de este esfuerzo apoyando proyectos que trabajen para proteger los derechos de los pueblos indígenas, protegiendo su futuro y también el nuestro. #EsHoraDeCooperar

Daniel Enrique Butler, Asociación Navarra Nuevo Futuro, entidad de la Coordinadora de ONGD de Navarra

Fuente: Diario de Navarra

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