La pandemia ha dejado clara la necesidad de un cambio radical en la forma en que vivimos y gestionamos las cuestiones socioeconómicas y medioambientales.
Las instituciones europeas están planeando una serie de acciones para contrarrestar la crisis del coronavirus y rediseñar un modelo de desarrollo basado en la sostenibilidad como principio rector de todas sus estrategias políticas.
Este marco forma parte de la entrada en vigor, el 10 de marzo, del primer Reglamento Europeo (Reglamento (UE) 2019/2088) adoptado en el marco del ambicioso Plan de Acción para las Finanzas Sostenible, cuyo objetivo es introducir una definición compartida del término «sostenibilidad» para las inversiones financieras y tener una serie de obligaciones de transparencia con respecto a los operadores que las gestionan.
Pero, ¿es realmente un punto de inflexión la regulación de 2088?
Para la Alianza Internacional para la Banca de Valores (Gabv) y la Federación Europea de Bancos Éticos y Alternativos (Febea), de la que formamos parte Banca Etica, los esfuerzos de la UE son, sin duda, un paso adelante.
Sin embargo, no podemos dejar de señalar algunas contradicciones en las decisiones de la Comisión Europea, en primer lugar la de confiar al gigante financiero BlackRock el papel de asesor de finanzas sostenibles. Pero lo que merece ser subrayado aún más, son las profundas diferencias entre las finanzas éticas y lo que la UE certificará como financiación sostenible.