La ayuda humanitaria no acabará con el hambre

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Andrés R. Amayuelas, presidente de la Coordinadora de ONG de Desarrollo España.

Artículo publicado en Planeta Futuro, de El País.

 

La humanidad afronta la peor crisis humanitaria de los últimos 70 años. Más de 20 millones de personas están al borde de la hambruna en cuatro países: Sudán del Sur, Somalia, Yemen y el nordeste de Nigeria. Tanto las organizaciones de cooperación para el desarrollo como las agencias de Naciones Unidas llevamos tiempo advirtiéndolo sin que la comunidad internacional haya sido capaz ni tan siquiera de dar una respuesta humanitaria inmediata a la altura de la gravedad de la situación. Pleno S.XXI, hambruna e indiferencia política, ¿cómo es posible?

La ONU ha solicitado 4.125 millones de euros para hacer frente a la crisis en los próximos meses. Para tener idea de la dimensión de esta cifra basta compararla con el presupuesto que España destina a armas. Un presupuesto que, en 2016, superó los 5.700 millones de euros. Los fondos internacionales que se necesitan para responder a esta situación extrema son ridículos cuando se contrastan con otras partidas; especialmente si pensamos que podrían ser compartidos por los países ricos y que, por tanto, no supondrían una alta carga para sus arcas públicas.

El gobierno español ya ha anunciado que no tiene intención de contribuir a esta llamada humanitaria. Esta decisión no sorprende teniendo en cuenta el escaso compromiso mostrado con la cooperación internacional y, especialmente, con la ayuda humanitaria. Con un recorte que alcanza casi el 90%, las partidas que el gobierno destina a la ayuda humanitaria se encuentran en su mínima expresión. Imposible afrontar, con responsabilidad y eficacia, situaciones de tal dimensión con un presupuesto irrisorio que no no alcanza ni los 17 millones de euros.

Causas múltiples y complejas

Dicho esto, cabe preguntarse cómo es posible que hayamos llegado a este extremo, cuáles son las causas que ha hecho que se produzca una hambruna de enormes dimensiones en pleno S.XXI. Los hilos que mueven el planeta, las piezas que encajan en uno y otro lado derivando en conflictos, escasez, miseria y muertes, son tremendamente complejos y dependen en gran medida de intereses económicos y políticos.

El hambre no aparece en medio del campo como las setas en otoño. El hambre avanza de la mano de la guerra, la especulación alimentaria, la agroindustria, el cambio climático o la incompetente gestión política ante la escasez de alimentos –en contraste con el despilfarro alimentario que domina en los países ricos. En los últimos años, el hambre se ha convertido en un arma de guerra en numerosos conflictos: las poblaciones de Siria, Yemen o Sudán del Sur sufren desde hace tiempo asedios que les impiden acceder a los alimentos más básicos. Una forma inhumana de presionar al enemigo que atenta brutalmente contra los derechos más básicos de las personas.

El hambre avanza de la mano de la guerra, la especulación alimentaria, la agroindustria, el cambio climático o la incompetente gestión política ante la escasez de alimentos

Los conflictos alimentan los bolsillos de las grandes empresas armamentísticas mientras privan de comida a la población civil. Yemen, en una situación absolutamente extrema, es claro ejemplo de ello. Arabia Saudí, principal comprador de armas a España, lidera la coalición que bombardea Yemen. La aparición de munición española en el territorio yemení ha sido reiteradamente denunciada por las ONG. Resulta obscenamente curioso que el gobierno destine un crédito extraordinario de 1.800 millones de euros a defensa; una cifra superior a los  1.400 que se necesitan para garantizar la asistencia humanitaria a la población yemení.

25.000 personas pierden su vida al día por causa del hambre. Cómo es posible que algo así ocurra sin que reaccionemos ante ello. Cómo es posible que no nos inmutemos ni siquiera cuando se da la voz de alerta y se declara la hambruna. ¿Se han parado a pensar lo que son 20 millones de personas en riesgo de muerte a causa del hambre? Debería avergonzarnos profundamente. La humanidad debería estar absolutamente escandalizada y actuar en consecuencia.

Acabar con el hambre pasa por desenmascarar las estructuras de poder que se lucran a costa de la vida de las personas; establecer trabas legales y firmes a la producción agroindustrial; poner freno a la cotización y especulación en bolsa de los alimentos; construir sociedades en las que se respete la madre naturaleza que nos provee de alimentos; y poner límites a nuestra producción y consumo.

La solución al hambre no vendrá exclusivamente de la mano de la ayuda humanitaria o la cooperación -aunque cierto es que una y otra contribuyen a salvar vidas y hacer de este mundo un lugar más habitable. En realidad, se necesita ir más allá y asegurar un verdadero compromiso colectivo internacional que garantice la defensa de los derechos humanos, la construcción de la paz y la protección del planeta que habitamos. Contar con políticas públicas que estén a la altura y destinen fondos suficientes para ello es esencial en un contexto internacional con retos tan enormes y complejos. En el caso de España, los Presupuestos Generales del Estado darán buena cuenta (o no) de la capacidad del gobierno para encarar los problemas que afectan a la humanidad. 20 millones de personas merecen una respuesta internacional humanitaria que les ayude a salir del abismo.

 

 

 

 

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